Carlos era un hombre muy atento, buenmozo, profesional, de una buena familia, gracioso y sobretodo amoroso. Era el típico hombre que cualquier mujer desearía para casarse. Mis amigas celebraban y se alegraban por mí. Y yo creía que él sería mi pareja para toda la vida, porque en el tiempo que estuvimos conociéndonos me demostró que era el hombre que siempre había estado esperando. Era para mí como ese príncipe azul de las historias de amor que un tren deja en la estación cada año bisiesto.
En una de sus visitas al país, un día salimos a compartir con unos familiares y me sorprendió que no me dejara bailar ni siquiera una pieza con uno de mis tíos, a pesar de que él tampoco me invitaba a bailar, porque no sabía.
Siendo adolescente en una tarde de lluvia pude estar en un solar vacío donde días antes habían derrumbado el antiguo local de la escuela intermedia y dar paso a la construcción de lo que es hoy, el edificio que aloja las sedes de Gobernación y el cuartel de la policía en la calle Rosario de nuestra Moca.
El popular mocano Juan Miñá era un lector apasionado de las novelas de vaqueros y creo que es difícil quitarle el que más historietas comprase y leyese en toda Moca y el escritor Marcial Lafuente Estefanía no se enteró nunca que tenía en Miñá un seguidor tremendo. Y hablando de lectura, necesario evocar a doña Argentina Rosario, que facilitaba con su arduo trabajo ya que iba en persona a los hogares del pueblo, llevando libros y revistas de todo género, como “Carteles”, “Vanidades”, “Lux” entre otras.
“¿Quién es Santiclo?”, insistió Pablito al amanecer el día de Navidad.
“Bueno, tengo entendido que es un viejo barbudo que se ríe gracioso y viene de lejos”.
“¿A dónde viene?”, Dijo con la mirada fija en los ojos de su madre.
“Pues anda por ahí mijo. ¿Por qué preguntas?”
“Es que fui a ver si me había dejado un regalo como a Joselito”.
“El no va a todos los lugares”.
“¿Y a cuáles lugares él va Mamá?”
La madre debió tragar en seco y con el corazón en las manos quiso responder con las palabras adecuadas para no crear ansiedad ni desilusión en el niño…”El no va a ningún lugar… Ese “Santicló”, como tú le dices, es solo una ilusión, un personaje inventado por quienes quieren vender cosas. Y como no todos podemos comprarlas, solo se presenta en las casas de aquellos que pueden hacerlo”.
Este hombre luego de la respuesta de Jesús le pregunto: ¿Y quién es mi prójimo? Jesús respondió: -iba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote quien, al verlo, se desvió y siguió de largo. Así también llego a aquel lugar un levita, y al verlo, se desvió y siguió de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llego a donde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él. Se acerco, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendo.
Luego lo monto sobre su propia cabalgadura, lo llevo a un alojamiento y lo cuido. Al día siguiente, saco dos monedas de plata y se las dio al dueño del alojamiento. Cuídemelo –le dijo-, y lo que gaste usted de mas, se lo pagare cuando yo vuelva. ¿Cuál de estos tres piensas que demostró ser el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? –El que se compadeció de el –contesto el experto en la ley. – Anda entonces y haz tú lo mismo –concluyo Jesús.
Así como el tablero de un carro tiene indicadores que me señalan la temperatura del carro, la carga de la batería, la cantidad de combustible que tengo, de la misma manera mi vida tiene indicadores que me indicarán el estado y condición de mi corazón y de mi mente.
Hoy es necesario atender tales indicadores, porque ellos nos motivan a corregir cosas internas.
Estos son los indicadores que me ayudarán a continuar con la ruta correcta de mi corazón, veamos a continuación: