Tanto egoísmo espanta |
Informacion - Artículos de Opinión |
Colocado por Elvys Rodríguez |
Martes, 19 de Julio de 2011 15:08 |
Por Benjamín García Por la carretera ancha, se desplazaba veloz cuando alcanzó a ver un hombre, afanando con su vehículo averiado. “Qué bueno que no fue a mi”, atinó a pensar en un tono de alivio. Luego de haber avanzado varios kilómetros, un bache del asfalto le jugó una trastada, sintió cómo un neumático dejaba escapar el aire y no tuvo otra alternativa que detenerse a la orilla del camino. Minutos después, vio pararse a su lado, la persona que antes se había negado a socorrer. Venía en ánimo de ayudar. Un texto que conocíamos como del dramaturgo alemán Bertolt Brecht y que luego descubrimos era de un teólogo compatriota suyo de nombre Martín Niemöller, cuestiona, estos impuros egoísmos humanos: "Primero se llevaron a los comunistas, pero a mí no me importó porque yo no era. En seguida se llevaron a unos obreros pero a mí no me importó porque yo tampoco era. Después detuvieron a los sindicalistas pero a mí no me importó porque yo no soy sindicalista. Luego apresaron a unos curas pero como yo no soy religioso tampoco me importó. Ahora me llevan a mí pero ya es tarde."
Nos gusta el canto en soledad. El éxito del chat virtual en sus diferentes aplicaciones es que permite decidir a cada quien, cuándo hablar o callar, qué decir, responder o no, sin el compromiso de tener a nadie cerca. Una conversación trivial desarrollada en la pantalla de un computador o un teléfono móvil, no reclama abrazos, ni implica una obligación mayor. Estamos conectados, pero distantes.
El desorden en el tránsito es el reflejo del más brutal egoísmo. Jamás, en momento alguno, expresamos desprecio por el otro e irrespeto por sus derechos, como cuando estamos sobre las carreteras. “Yo paso y me importa que entre el mar”. Las leyes se establecieron para “el otro”, yo estoy “por encima de eso”, parece pensar la gente cuando irrumpe sin control en una de nuestras calles.
“Me importa que la humanidad se devore una con otra, siempre que nadie intente alimentarse conmigo”. Y así vamos, cual solitarios caminantes, que nunca necesitarán una mano que le ayude a cruzar la cañada o un hombro sobre el cual derramar una lágrima. Y mientras, transitamos por el trillo de la soberbia, sin darnos cuenta el manto de soledad que empieza a cubrir nuestra acera.
Con la palabra YO colgada al cuello e impresa en nuestras espaldas, decimos al mundo cuan miserables somos, lo vacío de humanidad que andamos. Celebramos la triste victoria sobre el NOSOTROS. Palabra con la cual coronamos el destino, cuando abandonamos el aislamiento del vientre y nos colocamos de cara al mundo, a la vida, transformados en conciencia colectiva, seres de todo y de todos.
El “egoísmo” de esta era, llega al peligroso extremo, de acusar al otro de "egoísta" porque no hace lo que nuestro "egoísmo" reclama. Nada nos importa más que reclamar nuestros derechos, pisoteando los del otro a la vez que olvidamos los deberes propios, pedir respeto por nuestro llanto riendo por el ajeno. “Solo en mi, por mi y para mi”.
Pero el mayor de todos, el más odioso e irrespetuoso, infame y abominable de los egoísmos, es aquel exhibido en las “oscuras galerías del poder”. “La situación de crisis nos obliga a todos a hacer sacrificios. A entregar un poco mas de cuanto producimos, para no correr el riesgo de irnos de bruces en una piscina sin agua” nos dicen. Pero son incapaces de agregar un hoyo a sus correas. |
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