Por Mauricio Toribio (mtoribio17@hotmail.com)

No creo estar equivocado con decir que existe una ley que penaliza a los organizadores de viajes ilegales, pero lo que no se, es qué tan efectiva es y con qué rigurosidad se aplica, que a mi entender no se aplica; porque cómo es posible que a un organizador de viaje ilegal lo agarran y al rato los sueltan, pagando solo una multa de 20 mil pesos, mientras cientos de familias lloran los muertos que este desarmado ocasionara, ¡esto es una burla!  Cada día son más y más los viajes ilegales que se organizan y son más y más los muertos fruto de lo mismo, como es el caso reciente que ya suman 49 los ahogados en el mar, intentando cruzar el canal de la Mona que nos separa de la vecina isla de Puerto Rico en una yolita con capacidad para 35 personas y les montaron 70.

Mucho se ha hablado, poco se ha hecho y mientras tanto los viajes ilegales continúan, creciendo con ellos el número de muertos.  Tampoco podemos olvidar a los ¨VIVOS¨ que se lucran bastante bien a causa de las desgracias ajenas.  En ese paquete de los ¨VIVOS¨, podemos mencionar a funcionarios, a militares, a jefes de la Marina de Guerra, además de muchos pejes gordos que nunca caen presos y que nadie se atreve a señalar por sus nombres porque son de los llamados ¨vacas sagradas¨.

Lo cierto del caso es que ese negocio tan peligroso para los que se aventuran a cruzar el mar en frágiles embarcaciones en busca de mejores horizontes y tan beneficioso para los que los organizan, deberían aplicarles medidas más extremas y  severas como la condena a 20 o 30 años de cárcel en protección de las familias dominicanas que se desintegran y se cubren con el manto del dolor cada vez que muere uno de sus hijos.

En Moca por ejemplo, dos miembros de una misma familia hoy están en el cementerio, uno de ellos dejando en orfandad a sus hijos y llenando de dolor y tristeza a su mujer y a todos sus familiares. Es por ello que digo que esa ley debería modificarse, no para frenar los viajes ilegales que no creo que sea posible hacerlo mientras los gobiernos que nos dirijan no desarrollen políticas sociales tendentes a erradicar los males que nos afectan, pero si a frenarlos y que los que se benefician, paguen un precio mucho más alto por el rio de lagrimas que provocan cada vez que un paisano nuestro pierde la vida.  Cuando una vida se apaga, provoca un vacio en el alma que no se llena nunca y más cuando se trata de un ser querido.